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Sobre mí

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Andreu 
Moreno Maestro

Soy Andreu. Me crié entre montañas y creo que eso ha marcado profundamente mi forma de ser. El aire pirenaico ha calado en mí para lo bueno, y para lo no tanto. Amo la naturaleza en general y la montaña en particular, y mi heredada afición excursionista me permite disfrutar del esfuerzo de llegar a una cima. Me va el rollo ermitaño, pues encuentro comodidad en la soledad y en el silencio. Soy mucho más mental que emocional o visceral. De ensimismamiento fácil, y quizá algo hosco, más por tímido que por huraño.

En un entorno en el que no tengo mucha confianza, suelo ser más de escuchar que de hablar, aunque curiosamente con personas cercanas me suele fallar la escucha activa y, si no hago un ejercicio consciente de autocontrol, en seguida salto a dar consejos y opiniones no solicitadas. Lo estoy trabajando, de verdad.

Cuando me presentan a alguien, mi cerebro rápidamente activa un protocolo en el que analizo si es más conveniente dar dos besos, un abrazo, abrazo y beso único o estrechamiento de mano… Y a veces mi mente cortocircuita. 

Puedo parecer muy tranquilo por fuera, y de hecho la mayor parte del tiempo también siento una tranquilidad interior, pero cuando se trata de tomar una decisión de cierta envergadura, mi mente es invadida por ejércitos de monos parloteantes que se hacen la guerra lanzándose argumentos. Y son unos monos muy duros de pelar. Eso también tiene su lado bueno y es que jamás me aburro. Sencillamente mi cerebro no me deja.

Suelo ser muy paciente, no es fácil ponerme nervioso. Ante una situación inesperada o adversa suele imponerse el Andreu analítico y solucionador, y es un Andreu con bastante temple. Pero tengo un claro talón de aquiles. Bueno, tengo varios, pero el mayor es la tecnología. Cuando necesito wifi, bluetooth, o usar cualquier dispositivo tecnológico que se niega a funcionar, la exasperación me drena. Intento ver a la testaruda tecnología como mi maestra espiritual particular. De momento solo veo desquicie y calamidad, pero ahí vamos.

Para poder trabajar todo esto, hace un año que medito casi a diario y no recuerdo ninguna cosa que haya influido tan positivamente en mi bienestar como el estar diez minutos sentado en silencio totalmente absorto en la tarea de hacer nada. Actividad que por cierto no es nada fácil.

Me encanta leer. De hecho es una de mis actividades predilectas. Imaginarme una tarde de invierno en mi pueblo, leyendo calentito en el sofá y mirando la nieve caer desde el lado bueno de la ventana, es para mí una visión idílica. He leído tanta literatura de fantasía que, si me concentro, puedo ver dragones volar.

También me agrada escribir, inventarme palabros y aboliquear. Dibujar, pintar miniaturas, pirograbar maderos… Soy de hobby promiscuo. En realidad lo que me gusta es crear.

Me flipan los animales y casi cualquier bicho me despierta ternura. Eso me ha llevado a estudiar biología. Cuando me topo con una especie que no conozco, hago un ejercicio de documentación para nutrir mi lista de conocimiento inútil con datos como su nombre científico, taxonomía o características del ritual de apareamiento.

Siento una dicha especial cuando estoy rodeado de naturaleza. De hecho, los momentos de máxima euforia que recuerdo son siempre ante un paisaje natural. Mi mejor medicina es dar un paseo yo solo por el bosque. A veces siento que mi energía y vitalidad se van consumiendo con cada día que paso en la ciudad, y de vez en cuando necesito irme a la montaña con mi tienda de campaña. Para reverdecer. Para vaciar mi cabeza. O para llenarla de ausencia.

Viajar es otra afición que no por inculcada la considero menos mía. He tenido la inmensa suerte de explorar la enormidad del mundo desde muy pequeño, y es algo por lo que me siento muy agradecido a mis padres. Actualmente suelo preferir los destinos poco turísticos, y aunque me gusta la tranquilidad, sospecho que en parte es una estrategia de mi ego viajero para reforzar mi identidad de mochilero aventurero que huye de lo mainstream.

Me seduce probar todo tipo de comidas y por lo general en cuanto a la gastronomía me suele gustar todo siempre, aunque soy de los que cuando están tristes o estresados pierden el apetito y puedo adelgazar de forma alarmante.

Me considero desapegado. Probablemente demasiado. Me autoengaño diciéndome a mí mismo que mi tribu va a estar siempre disponible, pero ninguna relación perdura si no se cuida, y yo tiendo a desatender las mías. Este es otro punto a trabajar… Se me acumulan.

Pese a esta chapa, me he dado cuenta de que me cuesta mucho escribir sobre mí. Me da la sensación de que cada párrafo rezuma egocentrismo. Pero supongo que de eso trata una sección de presentación. En fin… Este soy.

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